sábado, 13 de diciembre de 2008
Café
“Todo eso es de locos, malditos cosmopolitas, estáis todos locos”, volvía a pensar una y otra vez en su cabeza. Pero ese pensamiento tampoco daba para mucho, y no es que fuera muy agradable, así que decidió intentar fijarse en otra cosa. Dio un mordisco a su croissant, le encantaba, era un de esos muy dulces, con mucho caramelo. Y mientras lo saboreaba, coqueta como era ella, se limpiaba cuidadosamente con la servilleta de papel, despacito y con toques suaves sobre sus labios. Se fijó en el interior del local, la verdad es que era un sitio muy bonito, tenía una decoración retro y unos sofás anchos muy cómodos, y lo mejor de todo era la música, que encajaba perfectamente en el ambiente, siempre un jazz o un blues, de aquellos que solían ser tan tranquilos e improvisados, siempre llenos de emoción. Y aquello le recordaba a una de sus ilusiones, comprar un día un local y montar ahí su negocio, había pensado para ello en varias cosas, un restaurante no era mala idea, y hacer un café literario también le haría mucha ilusión, hacer un bar grande donde pudiera hacer exposiciones de cuadros y fotos de artistas desconocidos era otra idea interesante, además también podría poner muchas mesas para ajedrez y juegos de cartas, o también podría hacer un bar con una pequeño escenario para invitar a humoristas a que hicieran monólogos. Sin duda alguna, todas aquellas eran buenas ideas, pero la que más le atraía era la de hacer un club de jazz, con música en directo, y pasarse el día buscando, escuchando e invitando a bandas.
Pero todo aquello, por el momento, sólo eran ilusiones, ahora no tenía, ni de lejos, el dinero necesario para pedir un préstamo. Era abogada, y le gustaba el derecho, le gustaba su trabajo, y el problema era precisamente ese, que su trabajo le gustaba; y algo que te gusta puedes llevarlo durante mucho tiempo, no sé, diez, veinte años, a diferencia de algo que te encanta, con lo que puedes estar toda una vida. Por eso, a pesar de que le gustaba su trabajo, siempre pensaba en que podría hacer en el futuro.
Terminó su croissant y su vaso de agua, y como vio que su cita no llegaba, decidió salir de aquella cafetería que tanto le había gustado. Sintió el viento en la cara al salir, sensación que la maravillaba a pesar del frío, y pensó que lo de su cita no era muy importante, un simple asunto de trabajo que podía esperar. Y al salir y sentir aquel viento y aquel frío tan agradables pensó que no había estado mal haber estado esperando un rato sola, con sus ideas, sus pensamientos, sus emociones…Un rato a solas con ella misma.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Alex
- ¿Fue muy difícil para ti verle así, verdad?
- Sí, y yo estaba allí, que se me saltaban las lágrimas de rabia e impotencia, me contenía, sí, pero no sabía que hacer.
- ¿Te planteaste alguna vez que para él no fuera tan difícil estar en esa situación? ¿Que, en realidad, fuera mucho más difícil para ti?
Él no respondió a la pregunta instantáneamente, sino que dio un suspiro, se inclinó hacia delante, se frotó la frente, y con las manos juntas dijo:
- ¿Sabe cuándo entendí muchas de las cosas que le pasaban por la cabeza?
- Me encantaría oírlo.
- Fue ese mismo día, poco después se acercó a mi, me tiró de la pierna del pantalón para llamar mi atención y me dijo, con rostro preocupado: “¿Te das cuenta papá? Están compitiendo todo el día, unos con otros, pero sólo gana uno, los que pierden a veces lloran y el que gana sólo piensa en ganar otra cosa”.
De repente se hizo un silencio, pero no era un silencio incómodo, parecía como si el padre quisiera que las palabras de su hijo flotaran en el aire, como si fueran un paño de oro que merece ser contemplado detenidamente.
- ¿Le asombró mucho que su hijo dijera aquello, verdad?
Él afirmó con la cabeza, mientras el otro se inclinó y gesticulando con las manos le preguntó:
- ¿Qué cree que estaba intentando decirle su hijo?
- Me decía “Papi, no te preocupes, a mi no me importa tanto”. Es un niño muy inteligente y muy tímido, por eso no podía decirme sencillamente que no tenía porque ponerme así, que no era tan importante.
- ¿Entonces usted estaba preocupado por su hijo, pero a él no le pasaba nada hasta que se entristeció al verle preocupado?
- Ya ve, doctor, a veces la vida es una inmensa paradoja.
domingo, 9 de noviembre de 2008
El Viaje de Chihiro
Porque si nos roban nuestro verdadero nombre jamás podremos volver a nuestro hogar, si olvidamos nuestra identidad jamás podremos volver a mirar las estrellas mientras su luz ilumina nuestros ojos.
Chihiro sonríe mientras me mira, la dulzura está en cada uno de los poros de su rostro, su silueta dibujada y transparente parece desvanecerse hacia la verdadera realidad, dejándome a mi en este extraño lugar. Quisiera volver a pintarla con mis acuarelas, esas mismas que utilizaba de niño para dibujar elefantes, pero Chihiro sonríe y sonríe, y es transparente y es lívida, y es cercana y es lejana, como un sueño apunto de desvanecerse. Y así es...ella desparece con la misma lógica irracional con que apareció, y me deja a mi sentado en un banco de un parque vacío, desdibujado en una postal otoñal pintada por un bohemio desesperado, rodeado de hojas caídas, frío errante, ocres difuminados, árboles sin nombre y una fuente donde calmar mi sed, cuya agua no deja de fluir jamás.
Chihiro y su viaje se desvanecen, y me dejan a mi solo y triste, pero se que puedo volver a encontrar su magia siempre que quiera: sólo he de cerrar los ojos. Y así podré volver a encontrar la fuerza para no ser un simple eslabón de la cadena, para no pintar un cero más en la fila. Así encontraré la fuerza para soñar, vivo y despierto, muerto y dormido; la fuerza para luchar por lo que sueño, la fuerza para luchar por lo que amo.
jueves, 23 de octubre de 2008
Las Horas (II)
El puré ya está casi hecho, así que se levanta, se acerca donde está su hijo (tan pequeño, tan único, tan bajito) y le besa suavemente la mejilla, sonríe y le pasa la mano la mano por su pelo (tan moreno); “¿Qué estás de buen humor hoy mami?” “Claro”, dice ella. “Qué bien, mami está de buen humor!” dice el niño mientras hace saltar a su camión de juguete y le da vueltas por el suelo con fuerza. Ella piensa en lo maravilloso que es él, su pequeño príncipe, que sabe jugar sólo y divertirse sin molestar a nadie, y que la más pequeña de las buenas noticias le hace saltar de alegría. Brrrumm, Brum, sigue haciendo el niño con el camión, y mientras lo hace, mira a su madre y le dice, como muy preocupado y a la vez muy ilusionado “Mami, crees que de mayor podré tener un camión de verdad?”. “Claro cariño, no veo porque no”. “Qué bien!”, responde él y sigue jugando con el camión, emocionado. Al cabo de un rato para su juego por completo, mira a su madre con rostro preocupado y le dice: “Mami, pero yo quiero ser santo”. “Vale, ¿y?”, pregunta ella, sin lograr a entender que es lo que preocupa tanto a su hijo. “Pero si soy santo, no podré tener un camión porque los santos no llevaban camiones” “Bueno, tú podrías ser el primer santo con camión” “Claro, qué tonto”, dice él, y sigue jugando tranquilamente.
Ella le dice que se ha de ir a cocinar, porque esa noche vienen invitados. Va a la cocina, se lo piensa un poco, y decide hacer algo más clásico, un cordero, pensando que el puré ya es suficientemente exótico y que no quiere hacer pasar hambre a sus invitados. Sigue cocinando, y piensa que ahora, en ese momento, no se encuentra triste en absoluto, que quizás aquellos días anteriores hubieran sido una simple excepción, y que no debía preocuparse si a veces lloraba. Ha acabado la cena, y le dice a su hijo que le ayude a poner la mesa, mientras pone los cuchillos y los tenedores se pregunta si esta noche logrará estar simpática, logrará guardad la compostura y hacer ver que nada extraño pasa por su cabeza.
Después de poner la mesa se siente cansada, así que coge un libro y lo lee sentada en el sofá, siguiendo el hilo de la historia, intentando no pensar en nada, alejar cualquier cosa de su mente excepto aquello que estaba ocurriendo en el libro; dejar que la ficción engullera tranquilamente la realidad, sin pensar demasiado, sin sentir nada en particular. Al cabo de un rato le da la cena a su hijo, y a duras penas consigue meterlo en la cama, le arropa, y el niño (siempre tan curioso) le pregunta: “Mami, por qué vas más a misa que las mamis de los demás niños?” Otra madre con otro hijo quizás se hubiera sorprendido por la pregunta, pero ella ya estaba acostumbrada a esperar lo inesperado con su hijo. “Bueno, digamos que un día se me perdió algo allí y estoy intentando recuperarlo” “¿Algo como un anillo?, pregunta él. “Sí, algo parecido”, responde ella, mientras sonríe ligeramente, le da un beso, apaga la luz y entorna la puerta.
Se viste, se peina, se pinta los labios, se maquilla, mientras ve la casa ahora tan dormida, tan vacía. Y se ve a ella dentro de esa casa, no en un modo convencional, sino como si esa casa fuera un reflejo de ella misma, tan vacía, y a la vez fuera su prisión, una prisión en la que llora a escondidas, cerrando la puerta del lavabo, intentando no hacer ruido, mientras se aferra con fuerza a los barrotes. Acaba de ponerse el polvete y se ve a si misma, con ese vestido tan bonito, pensando que es un desperdicio ponerlo en un cuerpo como él suyo, que ella no merece nada de eso, ni a ese vestido, ni a ese hijo, ni a esa casa ni a ese jardín. Y piensa que su cuerpo, aunque bello, no está hecho para ese vestido, que tiene unos colores más viejos. Y piensa que el único consuelo que le quedará es ver los años pasar, mientras lo que queda de ella se aferra a aquello de lo que no puede escapar, preguntándose cómo habría sido. Y ahoga un grito, y sale fuera corriendo sin hacer mucho ruido, y ve el jardín, y la calle, todo tan oscuro, tan frío, y se rodea con sus brazos, y no puede evitar que sus lágrimas vuelvan a caer, pensando en que lo único que le gustaría es quitarse aquellos tacones y correr, correr tan rápido como pudiera, hasta la extenuación. Pero en vez de eso, consigue ahogar sus propios sollozos, y piensa en que la cena de esa noche será maravillosa, que ella está muy guapa, y que sabrá ser simpática, y que su marido estará contento de tener una mujer tan atractiva, tan educada, tan amable.
Mira un rato las escasas estrellas que brillan esa noche, se siente más cansada, siente que se ha quitado un peso de encima, a pesar de que aquello que jamás ha dicho sigue allí, que ahora sólo conocen ella y las estrellas. Vuelve a sentarse leyendo su libro, intentando no pensar en porque actúa de esa manera, en que le está pasando.
Poco tiempo después llegan los invitados, y ella les recibe con una sonrisa. Al llegar, su marido les pregunta “¿Tengo o no una esposa preciosa”, mientras todos se ríen. Se toman una copa y se sientan en la mesa, Melinda, la invitada dice que ese puré está buenísimo, y ella responde que leyó la receta en un libro de cocina francesa y que es la primera vez que lo prepara. Después llega el cordero, que hace las delicias de Jack y de su marido, que después de hablar de economía y de negocios, se ríen contando bromas y anécdotas. Ella habla con Melinda, intenta ser lo más simpática posible y que su invitada no se aburra, y hablan de todo: de sus hijos, de la escuela, de moda, de qué bonito es el vestido que lleva puesto. La charla prosigue después de la cena, en el salón, y Jack y su marido parecen estárselo pasando en grande, ella y Melinda están sorprendidas, sabían que ambos eran muy amigos, pero nunca les habían visto juntos en acción. Sigue hablando con Melinda, y piensa que es una mujer atractiva y simpática, le pregunta donde se hizo ese corte de pelo, que es tan bonito, y que le recuerda al de una actriz. Poco tiempo después Jack decide que es muy tarde y dice que se han de ir, ella y su marido insisten en que se queden más rato, pero no tienen ningún éxito. Ella besa a la pareja y su marido decide acompañarles hasta el coche.
Cuando se van, ella siente el nudo en la garganta, todo lo que había estado conteniendo durante tanto tiempo. Y siente la casa como la había sentido antes, tan vacía, tan falta de esperanzas. Y ella, que es esa casa y que a la vez está encerrada en ella. Y no sabe que decir, y no sabe que hacer. Y las palabras que nunca ha dicho rebotan en su cabeza. Y vuelve a ver la noche a través de la ventana. Y siente que sus emociones atraviesan esas suaves cortinas, y que algo bloquea el pálpito de su pecho. Y siente que todo aquello la supera. Pero esta vez no va al lavabo, ni siquiera hasta el sofá, se queda tendida sobre el suelo, de rodillas, encogida. Es una mujer joven, atractiva, con el pelo corto y ligeramente pelirrojo, suspira, y se seca las lágrimas.
sábado, 18 de octubre de 2008
Detrás de un libro.
lunes, 13 de octubre de 2008
La vengaza del arte.
Es, en definitiva, un ajuste de cuentas con la realidad, pues el arte es vengativo y cambia aquello que es urgente por lo que es verdaderamente importante: pasarte una tarde entera realizando un retrato, pensando cuál es la palabra más adecuada o practicando como interpretar el siguiente acto. Y lo haces porque en el fondo sabes que es algo que te llama, algo que necesitas, algo que al final te reconcilia contigo mismo y con una realidad que te ha tocado vivir, pues le devuelves la pelota, con mayor fuerza si es posible, contraatacas ante su ruin jugada. El arte es una venganza, que como toda aquella que se precie, se sirve fría, pues la tomas después de haberte enamorado, de perder a alguien a quien amas, o de oler aquello que deja la lluvia en las calles tras su paso, en una tarde cualquiera de octubre.
sábado, 11 de octubre de 2008
Por si os preguntáis cómo soy.
martes, 7 de octubre de 2008
Calles
El hombre del traje gris sigue caminando calle abajo, de repente ve una visera de un casco de moto tirada en medio de la calzada y empieza a darle patadas mientras desciende por la calle, trrrras trrras, la visera hace un ruido horrible al raspar con la acera tras cada patada del hombre; finalmente el hombre pega una última patada y gira a la derecha, hacia otra calle, dejando la visera suelta en medio del arcén. El joven de la leve sonrisa, que ha visto las patadas que propinaba el hombre a la visera, la recoge del suelo y la tira a la papelera más cercana.
Pocos minutos después, ese joven se detiene en su trayecto para contemplar la vista, está una de las zonas más altas de Barcelona, y desde ahí puede ver toda la ciudad, la montaña de Montjuïc, y, sobretodo, el mar, que es lo que más le gusta de la vista. El joven, mientras mira hacia al mar, piensa que ese es uno de los mejores momentos del día.
domingo, 5 de octubre de 2008
Aún a riesgo de resultar timorato.
Mucha gente dice, tan campante, que la educación es sólo un prejuicio pequeñoburgués, y que no tiene mayor importancia ni utilidad. Pues en mi opinión no es así, pues que dos personas ejerciten los buenos modales ayuda a evitar posibles conflictos o situaciones embarazosas que puedan surgir entre ellos, gracias a que con unas determinadas pautas de comportamiento se hace más difícil que surjan fricciones desagradables entre las personas. Es más, diría que una persona maleducada, desafortunadamente, se respeta poco a si misma, ¿pues cómo va a respetarse si no es capaz de respetar a quien tiene enfrente suyo?
miércoles, 1 de octubre de 2008
Sólo le molestaré un instante.
Quizás algún día tendré que admitir soy un río sin cauce, o un extraño en tierra de conocidos. Y no es que me importe demasiado; entiéndanme, pues siempre preferí ser un tarado a formar parte del séquito del rey, siempre con falsas sonrisas y miradas que no dicen nada. Aún así, como ser humano, tengo mis flaquezas, y a veces no puedo evitar pensar que quizás sea mejor de la otra manera, ya sabéis, tirar a la basura ese poema de Robert Frost que tanto amo, comprarme unos pantalones a la moda y andar en la dirección del rebaño.
Pero cualquier día me volveré a levantar, esta vez con ánimo renovado, peinaré mis pestañas y regaré en mi jardín las plantas, oliendo el rocío que a veces se levanta. Y un día oscuro y de sueño, volveré a cielos más grises, preguntándome porque con el estigma de Caín se ve todo tan complicado.
Quisiera no tener que dejaros, aunque sólo sea por un instante, pero en toda historia siempre hay un punto y final; suelo tener la sensación de que el mío lo ha dicho todo, sin decir del todo nada.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Adolecer de esencia
no supe ser fuerte.
De piedra esculpieron mi boca
y mi corazón se llenó de nada,
de una vacío que pesaba inmensamente.
Cada vez más cortas mis alas
y más lejanos mis sentimientos.
Así el hielo quemó recuerdos
ahora en mi mente perdidos.
Yo creí sus mentiras.
Mamá, al ver mi mirada perdida,
dijo que jamás llorara.
Supongo que tras el paso,
…sólo quedó el polvo.
¡Despiértate! Eres sólo un niño,
feliz con sus nuevos zapatos,
que le alejan de timoratos.
Ahora no hay más miedos,
cegaré en mi empeño.
Puedo ver donde voy.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Estamos Muertos Otra Vez
- Claro, tú porque eras pequeño y no te acuerdas, pero solía irse todas las noches de juerga, y al día siguiente solía amanecer en el lugar más inesperado. – dijo ella.
- Tanto alcohol no puede se bueno – dije yo, inocentemente
- Bueno, sí, si sólo fuera alcohol…
- Vaya, pues yo le veía buena persona, sí, y tenía una colección de discos alucinante, quizás era alguien demasiado nervioso, pero nunca noté nada demasiado raro, por lo menos no tan raro…no me imaginaba eso de él.
- No, hombre, no, si eso no significa que no sea buena persona; lo es, es muy divertido y tiene un corazón de oro, pero ya se sabe, a veces las personas esconden cosas que ni siquiera te imaginas.
- Sí, de hecho me acuerdo que ante tenía una nueva, parecía la típica chica mona y agradable, pero de repente la chica empezó a venir mucho a mi casa, la veía en el salón llorando y hablando con mi madre, diciéndole que no podía ser ella misma, y que Manuel no la dejaba mostrarse tal y como ella es. Cada día la cosa parecía más rara, hasta que un día, mientras estaba en la playa con mis dos amigos, la vimos con Manuel en el balcón de mi casa, la tía no paraba de llorar y de abrazarse a él, mientras le rasgaba la ropa, y le decía que si no la quería ella se tiraba del balcón allí mismo.
- Es que tienes que entenderlo, él se iba de fiesta a mil sitios, se encontraba a cualquier chica y se ponían hasta el culo de todo en una noche; de algo así no puede salir nada bueno.
- Sí, claro, pero Manuel todavía está vivo, y…
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Te acuerdas de mi amigo, que te dije que se había muerto su padre hace poco?
- Sí.
- Pues es tan extraño, algunos que se drogan, se maltratan y se respetan poco a si mismos logran sobrevivir, otros que son personas buenas, corrientes, más o menos sanas, como el padre de mi amigo, mueren de repente y por accidente. No sé, es tan injusto-dije yo cabizbajo y entristecido.
- Sí, pero el mundo es así, y no puedes hacerle nada; al menos a los que estamos todavía aquí podemos seguir adelante, y eso debería ser un consuelo para los que ya no están aquí-dijo ella, intentando animarme. Me miró y me rodeó con el brazo. “Supongo que lo mejor que podemos hacer es intentar honrar su memoria” - pensé yo, aún cabizbajo y aún entristecido.
domingo, 21 de septiembre de 2008
Muertos
o podría dejar mis viejas mudas,
en un día soleado,
y salir con piel cambiada.
Pero nada es tan sencillo
como hacer surcar mi barca
Puedo estar muy roto,
y también estoy cansado.
Podría dejar las ideas,
de enfrentarme a mis mil batallas
Aún con ojos rotos,
y confundidos,
procuro alzar la mirada
jueves, 18 de septiembre de 2008
Hoja En Blanco
PD: Siento haber tardado tanto en actualizar mi blog, pero es que he estado varios días fuera de casa, visitando a familiares que viven lejos. Así que si a alguno/a le gusta leerme, no os preocupéis, que las actualizaciones serán más constantes; lo de la última semana ha sido la excepción y no la regla. Abrazos para todos.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
Frío y Lluvia
martes, 9 de septiembre de 2008
Las Horas
Suavemente, una mujer de rostro triste se mira al espejo y se arregla el pelo mientras piensa que entre tristezas y habitaciones iluminadas se suceden las horas; los instantes donde todo en tu vida parece cobrar un extraño sentido, y puedes palpar con la yema de los dedos una comprensión profunda, capaz de trasladarte a otro lugar, a la mente y al corazón de aquella extraña que camina por la calle, con la que se cruza tu mirada. Tiene el pelo ya arreglado, y sin saber porqué, pone las manos sobre su pecho, como si acariciara una delicada cortina que al viento ondea; y siente el aroma de emociones contenidas que se evaporan en el aire, confundiéndose con medias verdades escondidas. De repente cae sobre la cama que estaba cerca de ella, se curvan sus hombros, se agazapa y se encoje, mientras sus lágrimas caen. Y no puede evitar recordar, evocarlo todo, pasos ligeros, miradas pausadas, gestos sutiles…No sabe donde está, no sabría ni decir su nombre, sólo es consciente de la tristeza que la rodea y la ahoga. Intenta luchar contra ello, ahogar la tristeza y encerrar las lágrimas, sabe que su marido y unos invitados están en el salón, y que ha de ir ahí y mostrarse simpática. Se aclara la garganta, y se seca las lágrimas; se da cuenta de que está hecha un desastre. Va al tocador y se retoca el maquillaje. Después, suavemente y con el rostro aún entristecido, se mira al espejo y se arregla el pelo.